DIARIO IMAGINARIO V
Dijo que conoció a un viejo que vivía bajo un árbol junto al mar, que decía que los faros y el Sol nunca se llevaron bien.
Romeo, en sus ropas azules, contemplaba el caminar acelerado de Hamlet llegando tarde a la cita, como era habitual en el príncipe danés, por eso Romeo siempre quedaba con él en la plaza más concurrida de la Verona sin palacios, de una Verona mojada y apagada, para poder contemplar el leve susurro de los pasos que diferencian las Caperucitas de las Blancanieves, el engañoso caminar de Cenicientas y Bellas Durmientes....y tal vez, con algo de suerte, alguna Giulietta navegando por las calles.
Llegaron al lugar dónde siempre llegaban cuando caminaban juntos y a solas, al lugar donde los destinados a encabezar una estirpe pueden hablarle al Sol sin que aparezcan nubes grises. Allí podían gritarle al Mar sin que se formasen marejadas.
Allí Hamlet le contó a Romeo que estuvo anoche con Cupido en el balcón de las lágrimas amarillas. Romeo sonrió.
Hamlet le contó que Cupido se había convertido en un borracho con barba al que hacía tiempo que no le importaba hacia dónde disparaba las flechas que Eros le obligaba a lanzar y que la primera cirugía estética de Verona fue la amputación de sus alas. Cupido se dedicaba a vivir de sus lugares nocturnos donde las Caperucitas y Cenicientas adoran entrar y donde los príncipes azules y sus vasallos hacen cola con sus manzanas podridas y sus fastuosos carruajes que se trasforman en calabazas a las seis de la mañana. Cupido ya no vuela, pasea en descapotable y le roba flechas a Eros desde que aprendió a lanzarlas con su propio nombre.
Antes de irse del balcón de las lágrimas amarillas, Cupido le confirmó a Hamlet que todas las flechas que le lanzó a Giulietta se rompieron en el aire.
- Mira Hamlet, yo no se qué le pasa a Giulietta, pero sí se que adora a todo Casanova que le dice dulcemente que la vida es amarga. Suelo verla a menudo con algún príncipe azul, pero solo los quiere para desbocarles los caballos. Ya sabes que Bella Durmiente la odia a pesar de que ella no para de buscar a Romeo cada vez que le ataca el insomnio.
- Lo se Cupido, lo se. Yo tampoco se lo que le pasa a Giulietta. Una noche le di el mismo veneno que a Laertes y ni se inmutó. Yo creo que aquel fraile hizo que los venenos le sienten como la droga que te compra el Lobo.
Romeo sonrió.
- Gracias Hamlet, ya sabes que Cupido y yo ya no nos hablamos.
Entonces aparecieron Horacio y Mercucio riendo, vestidos de azul.
- Mercucio, ¿sabías que a Giulietta no le afectan los venenos?
- Claro Romeo, una vez Hamlet y yo le dimos el mismo veneno que a Laertes y ni se inmutó. A tí tampoco te afectan. Venga vamos, que llegamos tarde al palacio y la fiesta ya comenzó. Han venido todas las Cenicientas de Verona.
- A mí tampoco me afectan, es cierto.
- A tí te sientan bien los venenos.
- Pero esta noche no habrá manzanas envenenadas. Esta tarde Verona estaba llena de Hadas vistiendo Cenicientas y hablándole de príncipes azules frente al espejo....y nosotros tenemos las manos llenas de zapatos de cristal.
- Mercucio, algún día me tendrás que contar cómo logras que la Hada te regale tantos zapatos de cristal.
- No solo huele a podrido en Dinamarca, Horacio.
La historia de Romeo viene de:
Diario Imaginario I
Diario Imaginaro II
Diario Imaginario III
Diario Imaginario IV
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